En el panteón de Nueva York Artistas, el nombre de Mary Petty no mira apenas. Pero en su tiempo, era parte de un grupo de mujeres, Helen E. Hokinson, Edna Eicke, Ilonka Karasz y Barbara Shermund, que trajo dibujos y pinturas conocidas y queridas a una revista que luego fue dominada en gran medida por los hombres. Petty (1899-1976) se casó con uno de estos hombres, Alan Dunn, quien publicó casi dos mil caricaturas El neoyorquino. Pasaron casi todas sus vidas juntos en un pequeño apartamento en la planta baja en la calle 12 East Highty-Octhth, trabajando en una mesa de dibujo en la sala de estar y significan en un pequeño tablero en su habitación. Petty, que había asistido a la escuela secundaria en Horace Mann, en el Bronx, no tenía capacitación en arte oficial, y a veces se la llamaba Dunn, tal vez bromeando, como su «alumno». Pero un año después de su primer sorteo apareció en El neoyorquinoEn 1926, lo siguió.
24 de mayo de 1941.
Además de publicar doscientos diecinueve caricaturas, Petty ha contribuido a una serie de treinta y ocho portadas de colores brillantes, bellamente detalladas y perfectamente compuestas, que, al menos, en esta opinión del artista de Nueva York, nunca se han superado en su complejidad, su riqueza y, sobre todo, su humano. EL Veces Los describió, en la billología de Petty, como «dibujos de patricios congelados en el mundo de la vanguardia del croquet». Son mucho más. Los dibujos animados de Petty son innegablemente divertidos, formulados en sostenibilidad que imagino tener un efecto en el joven Edward Gorey. Pero sus portadas han abierto más este mundo; Estas son acuarelas de construcción exquisitas brillantes, habitaciones con el encanto y el detalle de una casa de una muñeca. Para Petty, la mordaza era solo una excusa para entrar en la puerta. Su ojo era extraordinario, evocando una era eduardiana a través de sus características más pequeñas: papel tapiz de Brock, pisos de cocina finamente en azulejos, grifos delgados de latón, relleno de felpa.